Sueños, amor y reflexiones de Yolanda Bueno

miércoles, 11 de enero de 2017

LAS AMAPOLAS NO TIENEN CORAZÓN

Soy una niña afgana,
dicen que en la parte del mundo donde vivo,
las mujeres nacemos desamparadas,
yo no sé que significa esto,
debe ser que dejar de ser niña, es la renuncia a todo derecho.
Hasta donde alcanza la corta memoria de mis siete años,
los campos son plantados con una flor a la que llaman  AMAPOLA.
 Yo no sé que significa el lucro,
ya que en esta región,
no hay vientre de mujer
a la que no se le caigan los dientes
debido a que el pan de cada día es pasar hambre.


 Tengo miedo,
hace unos días, unos hombres, destruyeron todas las flores,
su piel era del mismo color que la mía,
estoy asustada y me escondo,
 pero desde donde estoy puedo ver como otros hombres
con uniformes y armas en las manos contemplan como, esos otros,
de diferente tonalidad de piel a la suya pero igual a la mía
sesgan los campos a punto de ser recolectados.



Cuando todos se van, corro  a la tierra que sangra amapolas
y ese olor derramado, tan peculiar de los pétalos muertos, envolviéndolo todo, es doloroso.
Estoy de cuclillas, escucho unos lamentos,
es mi padre, esta sentado a unos metros de mí,
en las palmas de su manos,
los cadáveres inertes y rojos de las amapolas miran al cielo,
mientras su cabeza se inclina hacia el suelo,
yo no sé que es la desesperación,
pero puedo leerla en las lineas de expresión de su cara.



Vuelvo a correr, y esta vez lo hago hacia la puerta de mi casa,
allí, esta mi madre con la vista perdida,
no llora, pero la vida parece escaparsele por los párpados cerrados,
estoy delante de mi madre que no me ve y frente a mi padre que no me mira.

                                                                            Si supiera escribir, formularía mi pregunta en el suelo,
                                                                                                                       tú, ¿Sabes escribir?
                                                                                                         Escribe lo que cuentan mis ojos,
                                                                                        que nada tiene que ver con la edad que tengo
                                                                                 y más ancianos que se harán a partir del día de hoy.


Llega la noche, y a golpe de patada, que ni falta hace, para derrumbar la puerta, unos hombres, entran donde estamos dormidos
 encañonan las sienes de mis padres, a punta de kalashnikov, y con el acero frío de sus cuerdas vocales gritan:
                                           -¿Donde esta nuestra cosecha, para la que te adelantamos el dinero?
         A mi padre, le engorda la lengua, el pánico, y apenas se le consigue entender, una frase:
                                           -Vinieron y apalearon todas las flores..
                                        -Debisteis luchar, enfrentaros a ellos, ahora nosotros venimos a recoger la cosecha  y lo que nos encontramos es nada. Paga tu deuda o te ejecutaremos, si quieres salvar tu vida, nos entregaras lo único de valor que posees,
 nos llevaremos a tu hija.
  Las palabras golpeaban a mi padre, donde la piel no sangra y la culata donde su carne si lo hace, esta de rodillas, sangrando frente a estos, llamados seres humanos, suplicando clemencia, indulgencia, misericordia, parecía no saber que ellos, carecen de piedad, yo no sé que es la humillación, pero aquel grito de postura en el cuerpo de mi padre, me enseñaba en silencio.
                                          
                                         
                                                           Huimos de un lugar a otro, para no ser localizados,
                                                        apenas duermo, casi no hablo, no consigo llorar,
                                                      recluida, escondida,
                                                   yo no sé que significa ser un fugitivo
                                              pero siento que el tiempo corre, y las manillas del reloj van en mi contra.

                    Sencillamente, en un país donde los tabilanes y los narcotraficnates tienen poder absoluto
                es imposible esconderse y esperar a que se olviden que tu vida les pertenece.
         ¿Como escapar de un país del que no puedo salir y en el que no me puedo quedar?
     Si mi suerte esta echada, como así lo creo y los días tal y como los conozco, han pasado a mejor vida
   tú, que sabes escribir, no dejes que mi historia,
 esa que te cuentan las palabras que no sé escribir,
caiga en el analfabetismo del olvido.

                                             En este tiempo de huida, he conocido a otras niñas sentenciadas como yo,
                                       a ser raptadas y convertidas en esclavas sexuales de salvajes sin escrúpulos,
                                   yo no sé que significa esto, pero los escalofríos me recorren el cuerpo entero.
                               Nos llaman las novias de la heroína, porque nuestras vidas saldan las deudas
                              ya sea la económica o la vida de nuestro progenitor
                          se nos intercambia como moneda, pasandosenos de mano en mano hasta anularnos,
                      yo no sé que significa estar desprotegida
                  pero no encuentro a quien recurrir para pedir ayuda.

Esta amaneciendo, hoy cumplo 8 años, bajo mis pies descalzos, solo se extienden enormes campos de amapolas,
no hay carreteras, solo montañas,
llevo tanto caminando
que he perdido la noción del tiempo.

Mis muñecas sangran,
cuando soy instada
a seguir el paso de adultos
al que soy sometida
por quien tira de la cuerda.
sigo sin poder cerrar los ojos
y el llanto
sigue sin acudir a ellos.

Ni siquiera me resistí 
cuando me arrancaron
de los brazos de mi madre,
que gritaba
cuando mi padre
dio el consentimiento
para que se me llevaran.




                                                    Mi sangre va manchando las amapolas por las que va dejándose caer,
                                       la cuerda cambia de manos, ahora su dueño, es dueño también de mi vida
                                 a la que sigue maniatado mi cuerpo, que es tirado de un puñetazo al suelo,
                     la sangre me corre por los labios mientras los harapos pegados a mi piel, son arrancados,
                 siento nauseas provocadas por el aliento pestilente que muerde mi boca,
               vomito al paso de sus dedos arañando mi carne,
           no tengo fuerzas para defenderme, tiemblo, no puedo llorar y tampoco cerrar los ojos,
     se desgarran los latidos de mi corazón que parece no querer detenerse,
..........estoy esperando , no llegues tarde........
                                   Empiezo a sentir mi cuerpo anestesiado,
                               se desencadena un fallo global en las funciones de mi cuerpo y siento frio
                            los pulmones de mis latidos se relentizan, hasta terminar paralizandonse,
                        el oxigeno se termina en el corazón y el ritmo acompasado de la vida, se detiene,
                  los dientes del veneno, bajo mi lengua, me muerden justo a tiempo.


                   Por fin puedo cerrar los ojos, y mientras mis parpados bajan el telón de mi vida, dos lágrimas, caen a la tierra
plagada de amapolas.

           Soy un cadáver embestido por las furiosas acometidas de ese destino atroz, que no consiguió violarrme
     yo no sé que es el valor, le dije a mi madre cuando le pedí como regalo para mi octavo cumpleaños
una sustancia capaz de parar mi sufrimiento a tiempo, antes de que fuese insoportable,
cuando esos hombres viniesen a buscarme.
"Mi último pensamiento fue para ella,
el día que le pregunté si las amapolas tenían corazón
y ella me respondió que yo tenia corazón por todas ellas."

Ahora, tú la escribes dí que los personajes y hechos retratados en tu historia son complementamente verídicos y que cualquier parecido con personas verdaderas vivas o muertas o con hechos reales a tu relato es mucho más gore de lo que cualquier ficción podría relatar.   

Escrito por Yolanda Bueno Melado 11/01/2017