Sueños, amor y reflexiones de Yolanda Bueno

viernes, 8 de mayo de 2015

SUEÑOS PREDILECCIONES MUTUAS

A  veces, ,me  pasa,  que al despertar  el  bostezo  de  lo  soñado,  provoca una casacada de ronroneos,  en mi mente cuyo único  sonido, solo  lo  escuchan  las  sabanas  de  este  folio  por  el  que remolean...     
Sueños Predilecciones mutuas

Boca abajo mi cuerpo desnudo yace tendido en una alfombra de hojas secas, vistiendose de oscuridad con el manto de una noche cerrada mientras la luna creciente ilumina otro cuerpo que, a horcajadas presiona con su peso el lomo de la parte baja de mi espalda y sin mirar, se quien eres.

Tus manos  comienzan a  acariciarme  y  tus  dedos, derriten la luna en  el  lienzo  de  mi  espalda,  yendo desde mi nuca
hasta  mis  hombros,  desde  mis  hombros, hasta mis omóplatos,
desde  mis  omóplatos,  hasta  mi  cintura, desde mi cintura
hasta  mi  cadera,  desde  mi  cadera hasta el final de mi espalda
y  brotan  de  los  besos  de  tus  manos  lo que siento
como  el dibujo  de  unas  alas  finalizado.

  Tu cuerpo se inclina sobre el  mio y  voy  notando  el  resbalar  del  calor  húmedo de tu lengua  que  teje  con  los  hilos  de  caramelo  de  tu  saliba  las  plumas, que  van  desde  mi  espina  dorsal  de dentro hacia fuera, de  este  a  oeste,  de  norte  a  sur, poblando mi espalda.
Entrecortada, tu  respiracion,  precipita  la  carne  de  gallina  en mi piel, cuando  besas suave  y  despacio  la  parte  de  mi  cuello que la mejilla derecha deja al descubierto  y  girándome  de  frente  a  ti,  encuentro  tus  oscuras  pupilas  que  parecen  un  trozo  de  carbón a  punto  de  prender.

Acerco mi boca a tus labios, hasta  que  nuestras  salibas  se  confunden, se  reconocen, se  aprenden  y  cuando  mi  beso  termina,  solo,  sigues  mirándome, y  en  un  silencio  sepulcral comienzas a aullar y  conforme  tu  aullido  va  llenando  de  un  sonido  armonioso,   la noche, mi  espalda  comienza  a  quemarme, cuanto  mas  aullas, mas me arde, hasta  que  me  doy  cuenta, de  que  aquello  que has cincelado  con  tus  manos  y  tu  saliba,  son  mis  plumas  que  van  cobrando  vida, una  a  una  y  con  cada  aullido,  se van  encendiendo  con  toda  la  intensidad  y  los  colores  del  fuego, hasta que termino desplegando  unas  poderosas  alas,  que  bato  con  fuerza  y  levanto  el  vuelo  llevándote  sobre  mi, hasta  llegar  al  mismísimo  regazo, de esa luna creciente,  donde  mi  cuerpo  encaja  perfectamente. 

Me miras  sin  sorpresa  en  tus  ojos,  y  con  una  sonrisa  en  la  boca, me  susurras:  -Tu, siempre  has  tenido  la  luna  en  tu  piel-  y  tomándome  por  la  cintura, tiras  de  mi, poniéndome  a  tu  lado, y  yo,  enredo,  tus  piernas  a  las  mías,  mientras  tu  boca  se  acerca  a mis labios  reconociendo  los  pliegues, haciéndoles  cosquillas,  hasta  conseguir  que  los  abra, para  que  nuestras  lenguas inventen  un  juego,  solo  nuestro, donde,  la  textura  y  el  sabor  de  las  dos  naturalezas  que  nos   complementan  se  dejan  caer  la  una  en  los  brazos   de  la  otra, solo, dejandose  conocer, sin  la  necesidad  de  comprenderse.

En ese momento,  siento  la  imperiosa  necesidad  de  arroparte  con  mis  alas, que se han vuelto  del  color  incandescente  de  la  luna, y nos  envuelven  a  los  dos, como si ese solo hecho,  tuviera  el  poder  de  curar  aquellas  heridas  que  ambos  tenemos   y que no habíamos querido que el uno viese del otro.



Escrito  por Yolanda bueno melado el 22-03-15

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